jueves, 18 de septiembre de 2008

¡Sí Patroncito!

¡Sí Patroncito!
¿Quién no se ha hecho los ratones con esa frase?
Nos imaginamos este cuadro: somos un gran señor, posiblemente ejecutivos o dueños de una empresa importante, sentados en un gran sillón, con un habano en la mano, mirando a una joven mucama o empleada doméstica con su uniforme bien ajustado al cuerpo, limpiando con su plumerito los muebles y siempre lista a cumplir nuestras órdenes con un: ¡Sí Patroncito!
Por supuesto, las órdenes referidas a la limpieza no son muy tentadoras…
Así que nos estamos imaginando otro tipo de órdenes…
Sin movernos del lugar, apenas arrellanándonos un poco en el imaginario sillón bien acolchado, separando un poco las piernas para hacerle lugar a la florcilla y que nos deleite con unos momentos de éxtasis sensual de la mejor variedad, debidos a la graciosa utilización de sus labios y lengua… u otras partes de su tierno cuerpo. ¿Por qué no?
¿No era acaso la costumbre entre las familias bien de la alta sociedad argentina (y de otros lados del mundo) que la mucama sirviera a las primeras inquietudes sexuales del “niño” de la casa?
Nadie creería que el patrón quedaba fuera de la fiesta, siempre será necesario satisfacer fantasías que la esposa no despierta, y nada mejor que la empleada joven y cálida para dicho trabajo.
Sin embargo, este tipo de satisfacción más derivada del ejercicio del poder que de la llana satisfacción sexual ha sido como una avenida de doble circulación, y siempre ha habido secretarías y mucamas derritiéndose a la espera de poder decir: ¡sí patroncito! Y arrodillarse ante el patrón, posar las manos en sus muslos y caderas y sentir su poderosa mano suavemente apoyada en la nuca acercando la cabeza hacia la zona caliente…
Este espectáculo se repite casi a diario en la televisión argentina gracias “al show de entretenimiento para toda la familia” de Tinelli. En sus diferentes versiones de baile, patín o lo que sea que la multitud sedienta reclame a gritos (como en el Circo Romano cuando algún león comería algún cristiano o los gladiadores se mataban entre sí), el nuevo PATRONCITO de la TV exhibe el tradicional juego de poder y opresión con sus empleaditas calientes (y no por los focos del estudio). El PATRON no tiene el mínimo empacho en tocar (siempre sutilmente y de una manera muy cuidada) a sus chicas quienes orgullosas exhiben casi totalmente su escultural cuerpo producto de horas de gimnasio.
Bueno, hoy en día ya pasó de moda el entrenamiento, mejor son la lipo, la máquina de impulsos eléctricos y la silicona. El training era para romántic@s.
Entonces, estábamos en que mientras el PATRON pasa sus manos por los cuerpos o le arranca prendas prácticamente íntimas, o pone su manazas tras la cabeza de la aspirante a vedette o a “Chica Sofovich” y la acerca a su cintura, la muchacha en cuestión sonríe alegremente, mueve los cachetes de su culo de un lado a otro mientras que la cámara hace un primer plano con zoom al 300 % y demás coqueteos hot (al mejor estilo de bailarinas de cabaret, aunque con menos sensualidad).
Lo más irónico del caso, son las justificaciones posteriores, dadas en notas exclusivas a distintos programas de chimentos y espectáculos (¡se clavan cerca de cuatro exclusividades al hilo!): “soy muy inocente”, “es un espectáculo”, “es todo muy cuidado”, “es erótico no pornográfico” (quisiera ver a la muy pelotuda de turno que repite este lugar común si nota alguna diferencia entre la Matta Hari de los siete velos y la Cicciolina), “estoy trabajando para Marce y de última hago lo que me pida”, etc.
En estas frases lanzadas cual balas (no por lo certeras sino por lo rápido e irreflexivas) ante las preguntas más comprometedoras, se puede apreciar no sólo la oquedad de que hacen gala sino la frase que inspiró estas palabras: ¡SÍ PATRONCITO!
Marce reeditando y exhibiendo el viejo juego de poder entre Patrón y empleada, girando en torno a la satisfacción sexual rápida conseguida gracias al poder económico, erigiéndose en dueño de la suerte y destino de muchas empleaditas las cuales saben que si siguen bien el juego (a pesar de lo humillante que resulte al sentido común, aunque no a la multitud hambrienta –de sexo-) podrán escalar en una dudosa escalera a una no menos dudosa, efímera, o peor aún, no muy fundamentada fama.
Él juega su juego, sabiendo que a cada palmada en el culo (o cada vez que le habla cariñosamente al mismo) de su cándida empleada un 60 % de la población argentina (hembras y machos) está exclamando: “¡Maestro!¡Capo!” y a cada exclamación de admiración de la multitud su cachet va subiendo U$$ 100.000 (sea el segundo de publicidad o en lo que quiera canjearlo).
Ellas juegan su juego también, sabiendo que cada vez que son manoseadas o que mueven su culito a la cámara o que se internan en un spa para modelar un cuerpo antinatural (al que por la misma confusión entre erótico y pornográfico se permiten llamar estético en lugar de plástico) se acercan a un (precario, por cierto) pedestal popular que les permitirá disponer momentáneamente de unos cobres y de notoriedad.
Pero como todo lo que toca este tipo de fama o celebridad (tan de nuestros mediáticos tiempos) tiene un brillo deslumbrante pero fugaz, cuando desaparece el encanto, el brillo, el glamour, lo que queda es un cuerpo sin encantos de otro tipo, deseado por un público que no apetece sutilizas sino aquello con lo cual fue alimentado, este público (entre el que se encuentran los productores de programas, de teatro de revista, empresarios, etc.) reclama lo que es suyo, su trofeo de guerra, su alimento, y no duda en ejercer su poder para arrebatarlo, es recién ahí cuando se sienten abusadas, prostituidas, se ofenden cuando alguien las llama en términos carentes de glamour pero que reflejan cómo las ven los lobos. Ahí es cuando comienzan a pensar…
Pero como nunca pensaron antes y el cráneo está tan vacío como carrito de compras de jubilado, simplemente se dedican a hacer las mismas monerías que hicieron siempre, tratando de mantener un poco de celebridad cualquier precio y disfrutando cuando se pueda y cuando no buscando alguien al que decirle: ¡SÍ PATRONCITO!
Malamaty Muntaquim

Arlequinada

Porque el ser humano no sólo es el único animal que tropieza dos veces (por lo menos) con la misma piedra, sino que además es el contra ejemplo perfecto de la teoría evolutiva de Darwin ya que mientras que las especies animales se adaptan evolutivamente al medio, el ser humano se adapta involutivamente…
En lugar de desarrollar órganos y capacidades procura atrofiar o malgastar lo que ya tiene…
Porque cuando nos vamos acostumbrando a la estupidez es necesario el Arlequín, el bufón que amparado en su cinismo o estupidez (reflejando la de quien lo mira) puede decir las cosas más urticantes y molestar para sacar del sueño y del sopor.
Por estas razones comienza esta arlequinada.